domingo, 10 de enero de 2016

EE UU refuerza su papel en Asia, por prueba nuclear norcoreana.

Corea del Norte ha tratado esta semana de aumentar la presión para ser reconocida como una potencia nuclear con la prueba del pasado miércoles en la que aseguraba que empleó una bomba de hidrógeno.
Y ha introducido un nuevo elemento en el gran juego de alianzas estratégicas y comerciales que Estados Unidos y China disputan en el siglo XXI en Asia, un tablero de ajedrez que representa el 38,8% del PIB mundial. La prueba nuclear ha dejado en evidencia la falta de control de Pekín sobre Pyongyang y ha reforzado el papel de Washington como garante de la seguridad en la región.

Las fintas entre las dos potencias, que han exhibido su rivalidad de manera más visible en el mar del Sur de China, ya llevan tiempo en marcha. Mientras Washington proclama un giro hacia Asia Pacífico, China moderniza su Ejército a marchas forzadas. Japón ha intensificado su relación de seguridad con EE UU gracias a sus nuevas guías de Defensa, aprobadas el año pasado. Corea del Sur intensifica su relación comercial con China, pero depende aún para su seguridad de EE UU. Presionadas por Washington, Seúl y Tokio se reaproximan gracias a su acuerdo del mes pasado sobre el gran escollo en su relación, las esclavas sexuales que Japón utilizó durante la guerra.

Acercamiento con cautelas entre Seúl y Tokio

Hasta el mes pasado, las relaciones entre Corea del Sur y Japón habían sido sumamente frías. Pero el acuerdo de diciembre sobre las esclavas sexuales, marcó el inicio de la reconciliación. Y tras la prueba nuclear norcoreana, que les ha llevado a intensos contactos diplomáticos, ese acercamiento puede convertirse en una estrecha colaboración que incluya la cooperación militar.

"Corea del Sur y Japón se encuentran en un conflicto complicado por la cuestión de las mujeres de confort, pero ahora nos encontramos en una situación nueva que muestra que los dos países se necesitan", afirma el director del surcoreano Instituto Asan de Estudios Políticos, Choi Kang, en un comentario que publica su institución.

En los últimos tres años, Seúl se había resistido a estrechar su relación de seguridad con Japón. En 2012, la oposición interna surcoreana obligó a abandonar un intento de cooperación para compartir información militar sensible. En 2014, ese Gobierno prefirió enviar su flota de cazas F-35 a Australia para su puesta a punto antes que trasladarla a Japón, mucho más cercano.

En opinión de Luis Simón, en la medida en que los movimientos de Corea del Norte generen más alarma, "más incentivo tendrá Corea del Sur para un diálogo de seguridad con Japón", una perspectiva que "no sería una buena noticia para China".

Pero aunque las actividades norcoreanas impulsen ese acercamiento, dice Pajon, "eso no quiere decir que se vaya a precipitar a firmar acuerdos clave con Japón¨. La colaboración bilateral de defensa se puede ver fortalecida, pero sin alharacas".

La nueva prueba norcoreana “puede acelerar esas tendencias”, opina Celine Pajon, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI). Tras el anuncio de Pyongyang, en Tokio las polémicas reformas del primer ministro Shinzo Abe para fortalecer la capacidad defensiva nipona “se perciben más legítimas. En Seúl, el campo que apoya una aproximación hacia Tokio y Washington se ve reforzado”, apunta.

Desde el anuncio de Pyongyang, tanto Corea del Sur como Japón han mantenido intensos contactos diplomáticos con EE UU y entre sí, en los que han subrayado su “unidad” ante la amenaza. Seúl ha pedido a Washington que despliegue armas estratégicas en la península, como ya hizo, con el sobrevuelo de bombarderos furtivos B-2, tras la prueba nuclear norcoreana anterior, en 2013.

Li Yonghui, profesor de la Universidad de Relaciones Exteriores de Pekín, vaticina que Japón y Corea del Sur “con toda seguridad” se verán tentados a estrechar sus relaciones de seguridad con Washington.

Para Pekín, la posibilidad de una mayor impronta militar de EE UU en la región es una de sus peores pesadillas. China ve con especial reticencia los planes de Washington para establecer una red de sistemas antimisiles con Seúl y Tokio: Estados Unidos insiste en que Corea del Sur necesita su sistema THAAD, que puede detectar múltiples misiles a una distancia de 2.000 kilómetros. Aunque EE UU sostiene que ese escudo tiene como misión impedir ataques procedentes de Corea del Norte, su despliegue en Corea del Sur pondría a su alcance objetivos muy en el interior del territorio chino.

“No sería de extrañar que hubiera más interés” por la tecnología THAAD, considera Luis Simón, de la Universidad Libre de Bruselas. Japón ya ha expresado sus simpatías. Corea del Sur lleva varios meses tratando el asunto de manera informal, aunque ha evitado tomar una decisión para no irritar a la segunda potencia mundial, con la que mantiene excelentes relaciones.

“Corea del Sur está midiendo mucho sus pasos, pues quiere maximizar sus relaciones tanto con EE UU como con China”, explica Pajon, que no espera que Seúl se precipite a tomar una decisión. “Está limitada por sus crecientes relaciones económicas con Pekín y también sabe que China es una pieza clave para resolver la ecuación norcoreana. Pero al mismo tiempo, Seúl aún depende de las garantías de seguridad de EE UU”.

Otra perspectiva que Pekín contempla con horror es una intensificación del acercamiento entre Corea del Sur y Japón que incluya retomar su cooperación militar.

Que la prueba nuclear de Pyongyang pueda servir para reforzar las alianzas rivales ha motivado la profunda ira de Pekín, y ha dejado en evidencia el mal estado de las relaciones entre los dos teóricos aliados, distantes desde la llegada al poder de Kim Jong-un hace cuatro años. Kim está deseoso de demostrar al mundo que su país no depende de nadie y menos de una China a la que percibe como condescendiente.

“Se trata de una provocación grave, nada amistosa para China. Sin duda causará efectos negativos a la relación bilateral”, considera Li.

Aunque hoy por hoy las opciones de China para responder a Corea del Norte son complicadas. Sus intentos de acercamiento en los últimos meses, y que incluyeron una visita de alto nivel al país vecino, no han dado resultado. Puede sumarse a la imposición de sanciones internacionales, aunque es improbable que las que se aprueben causen un gran impacto. Y no querrá apoyar medidas que puedan perjudicar sus propios intereses económicos.

“Seguiremos con nuestra política ya establecida, seguir promoviendo la desnuclearización en la península y aliviar la tensión que existe… China deberá aplicar su influencia diplomática, económica, política y de otros factores para procurar que Pyongyang vaya avanzando hacia la desnuclearización”, apunta Li. También debería “fortalecer la coordinación, en el marco de la ONU o de la seguridad regional, para presionar conjuntamente a Corea del Norte”.

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