Europa y África dialogan este miércoles al máximo nivel para tratar de encontrar respuestas comunes a la inmigración.
Los líderes de más 63 países –los 28 europeos más 35 africanos- se reúnen durante dos días en Malta, uno de los territorios más cercanos al continente africano y el país menos poblado de la UE, con 429.000 personas.
La cumbre se ideó la pasada primavera, cuando la llegada de migrantes sacudía Italia y las muertes derivadas de los naufragios impulsaron al primer ministro italiano, Matteo Renzi, a dar la voz de alarma. Malta se ofreció a organizarla con la idea de reunir en una misma mesa a los gobernantes europeos con los de África.
Pero la situación ha cambiado desde entonces y ahora los flujos se abren paso principalmente desde Turquía hacia Grecia, con cientos de miles de refugiados sirios que llaman a las puertas de Europa a través de esa ruta. En lo que va de año, más de 540.000 personas han llegado a las islas griegas, frente a las 140.000 arribadas a Italia (principalmente desde África), según datos de Frontex, la agencia europea de fronteras.
La Unión Europea es consciente de ese desajuste, pero argumenta que siguen siendo necesarios los acuerdos con África porque la inmigración proveniente de ese continente tiene carácter estructural (pobreza, conflictos, desertificación…), mientras las llegadas masivas desde Siria están ligadas exclusivamente a la guerra civil que vive el país.
La cumbre, que arranca esta tarde, pretende lograr acuerdos concretos en áreas que se antojan muy difíciles. El principio consiste en ofrecer a los países africanos más dinero y cooperación para que impidan que los movimientos migratorios lleguen a Europa, como hizo España a partir de 2006 para frenar la crisis de los cayucos. El principal señuelo que ha ideado la UE para sellar este trato es un fondo fiduciario constituido inicialmente con 1.800 millones de euros para “afrontar las causas de la inmigración irregular y de las personas desplazadas”, según el borrador de conclusiones.
El fondo presenta dos problemas. En primer lugar, hasta el momento las aportaciones están muy lejos de las expectativas. La Comisión Europea lo nutrió con esos 1.800 millones con la esperanza de que los Estados miembros desembolsaran una cantidad similar. De momento pocos países se han sumado (solo se han comprometido 32 millones más, de los que España aporta tres), aunque algunos esperan anunciarlo en el encuentro de La Valeta.
El segundo problema surge al comparar esa cantidad con la que Europa está dispuesta a donar a Turquía, ahora principal foco de llegadas al continente, para que coopere en frenar a los extranjeros.
“Los socios africanos se quejan de que estemos dispuestos a dar 3.000 millones de euros a un solo país, mientras a un continente entero damos poco más de 1.800 millones”, admiten fuentes diplomáticas implicadas en la negociación.
África, además, tiene pocos incentivos para frenar a las personas que parten hacia Europa y, además, readmitir a las que los países comunitarios denieguen el derecho al asilo (todo extranjero que entra irregularmente en Europa y no obtiene el estatus de refugiado debe ser expulsado, según las normas). De cada 10 personas que se desplazan en África, nueve lo hacen dentro del continente y solo una emigra a Europa, por lo que los países africanos ya hacen frente a su propia presión migratoria.
Las fuentes consultadas aseguran que existe una cierta voluntad de ayudar a evitar que los africanos se embarquen hacia Europa, pero la readmisión de aquellos que ya han viajado resulta más compleja. La UE intenta por todos los medios firmar acuerdos de retorno con los países desde donde se registran más llegadas. Hasta el momento el bloque comunitario tiene firmados 17 acuerdos en todo el mundo, pero solo uno implica a un país africano (Cabo Verde, poco relevante en el terreno migratorio).
Europa esgrime como incentivo la ayuda al desarrollo que proporciona al continente y los nuevos proyectos que está dispuesta a financiar.
En el periodo 2004-2013, la Comisión Europea comprometió 1.000 millones de euros a proyectos ligados a la inmigración, principalmente a países del Mediterráneo y subsaharianos.
Pero a los gobernantes africanos no les compensa recibir más fondos si es a cambio de frenar la inmigración en suelo europeo. Porque las remesas que envían los africanos afincados en Europa superan en volumen toda la ayuda de la UE al desarrollo, subrayan las fuentes consultadas. El plan de acción UE-África que se aprobará mañana recoge una rebaja del coste de estas remesas hasta el 3% de la cantidad enviada (ahora puede superar el 5%).
Para suavizar los recelos, los negociadores europeos idearon una mayor apertura de los canales legales para viajar de África a Europa. Pero las dificultades económicas que aún atraviesan muchos Estados comunitarios y el elevado número de refugiados que están recibiendo de Siria los hacen recelosos a esa vía. Al final las facilidades de tránsito se centrarán en colectivos poco conflictivos: estudiantes, investigadores y emprendedores, con una promesa concreta para duplicar el número de estudiantes africanos que se benefician del programa europeo Erasmus+, centrado en prácticas en empresas.
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