Jeb Bush superó el examen. El exgobernador de Florida se mostró este martes más convincente y enérgico en el cuarto debate televisivo de los aspirantes a la nominación del Partido Republicano en la selecciones presidenciales en Estados Unidos en 2016.
Quedan tres meses para el inicio del proceso de primarias y doce para los comicios para elegir al sucesor del demócrata Barack Obama en la Casa Blanca. Nada está decidido, pero la actuación de los candidatos influye en su percepción pública y en las decisiones de los donantes.
Bush se había diluido en los últimos debates. Arrastraba la sensación de ir a remolque de los otros candidatos. Este martes en Milwaukee (Wisconsin), al hijo y hermano de expresidentes se le vio cómodo tomando la iniciativa en las políticas sobre economía, inmigración o defensa. Intentó exhibir su experiencia, y mostrarse didáctico y cercano a los problemas de la calle. En inmigración, defendió una reforma que lleve a la regularización de indocumentados.
“Puede que sea lo mejor que Hillary Clinton [la favorita en el campo demócrata] puede hacer, pero no lo mejor que América puede hacer”, dijo Bush en su intervención inicial, considerando insuficiente un crecimiento económico del 2% y subrayando cómo, pese a la mejora económica, mucha gente sigue sin trabajo o vive de la asistencia gubernamental.
Es pronto para saber si la actuación de Bush en Milwaukee tendrá efectos duraderos. Quedan siete debates más y mucho puede ocurrir. Pero le servirá para ganar tiempo y calmar a sus donantes. El exgobernador es desde hace meses el candidato favorito delestablishment político, pero sus titubeos y la buena actuación de Marco Rubio en el último debate dieron alas al senador por Florida.
Rubio no sale debilitado del debate de este martes, organizado por la cadena Fox Business. El senador volvió a demostrar sus credenciales presidenciales y su capacidad de medirse como un candidato joven y renovador contra Clinton, que conoce desde hace tres décadas los pasillos del poder.
La novedad del debate de Milwaukee es que Rubio no fue el único candidato moderado que sobresalió. Al margen de Bush, también lo hizo el gobernador de Ohio John Kasich, que se mostró hiperactivo en un intento de arañar votantes. En cambio, los dos outsiderspolíticos, Donald Trump y Ben Carson, que lideran los sondeos volvieron a quedar eclipsados, incómodos ante preguntas específicas sobre sus estrategias o sus pasados.
Mejor formato para Bush
El debate, de dos horas de duración, fue más sereno que el anterior, organizado hace dos semanas por el canal CNBC. La economía y los ataques contra Washington, Clinton y el Gobierno de Barack Obama volvieron a ser el asunto dominante, pero los moderadores mantuvieron el control y concedieron más tiempo de respuesta a los candidatos. Por primera vez, afloró un intercambio rico de visiones políticas y no de descalificaciones permanentes. Se revelaron diferencias entre los candidatos en asuntos clave como política exterior o inmigración.
El cambio de formato benefició a Bush, que en los anteriores debates pareció superado por las embestidas constantes y la competición por ver quién decía la frase más altisonante. En Milwaukee, Bush intervino más y pareció saber encontrar las formas y el tono para comunicar su opinión y marcar distancias con el tono agitado de algunos de sus rivales.
La inmigración fue el mejor ejemplo. Tras un encontronazo entre Trump y Kasich sobre el plan del magnate inmobiliario de deportar a los 11 millones de sin papeles que viven en Estados Unidos, Bush intervino. El exgobernador, que está casado con una mexicana, criticó, igual que Kasich, el plan de Trump pero lo hizo esgrimiendo la imagen que transmite. Deportar a los inmigrantes, dijo Bush, mandaría una “señal” equivocada sobre los valores estadounidenses. Y eternizar ese tipo de debates, alegó, solo hace que beneficiar a Clinton. “Necesitamos planes prácticos para ganar”, subrayó.
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