El Gobierno pretende presentar un ambicioso plan de estímulo económico mientras los parlamentarios y la justicia están de vacaciones.
En 2015, Dilma Rousseff sufrió el amargo estallido de un proceso de destitución en la Cámara, un desacuerdo público con su vicepresidente, la renuncia de un ministro de Hacienda y su tasa de aprobación más baja en cinco años. Después de un año como este, de caos e inmovilidad, los dos meses de receso en el Congreso brasileño (cuando los parlamentarios no tienen sesiones ni la justicia trabaja) llegan como una tregua en la guerra política de Brasil.
El Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) pretende aprovechar el momento de calma para presentar un ambicioso plan de estímulo de la economía, que enfrenta su peor recesión en 25 años. Lo tiene que hacer, sin embargo, sin olvidar las promesas de ajuste que todavía no ha cumplido: reformas en las pensiones, los impuestos y las leyes laborales.
Con esta esperanza, Rousseff prepara un paquete de medidas para presentárselas a finales de este mes a un consejo de líderes de la industria, empresarios y sindicalistas. La idea es presentar una agenda de incentivos al crecimiento, reequilibrar las cuentas públicas e incluir al menos un barniz de reformas. Con esa misma agenda, Nelson Barbosa, el nuevo ministro de Hacienda (sustituto de Joaquim Levy), parte al Foro Económico Mundial de Davos el próximo día 20.
La misión no es fácil. El Gobierno ni siquiera está seguro de cuántos votos tiene para impedir el avance del proceso de destitución de Rousseff y es difícil pensar que tendrá una mayoría cómoda para aprobar medidas impopulares y que necesitan un gran apoyo parlamentario, como la creación de nuevos impuestos y una reforma de la Seguridad Social. Para ello, necesitaría el apoyo incuestionable del PMDB, un aliado inconstante del Gobierno y partido del vicepresidente Michel Temer, quien coquetea con un divorcio definitivo de Rousseff.
El otro punto que complica la situación está dentro del propio PT. La presidenta sufre la presión del partido por una agenda económica más progresista que agrade a sus bases y suavice el impacto de las derrotas que el PT podría sufrir en las elecciones municipales, que se celebrarán en octubre. El martes, el senador Paulo Paim (PT) publicó un comunicado para criticar los planes de reforma laboral y de las pensiones, que clasificó como “barbarie”, y convocó una movilización popular. “Proponer la edad mínima de 65 años para la jubilación para hombres y mujeres [Brasil no establece edad mínima, pero la media de jubilaciones se produce a los 57,5 años], desvincular el salario mínimo de los beneficios de las pensiones, querer aprobar proyectos como el de la ‘externalización’ (...) ni la dictadura y los liberales del pasado lo hicieron”, criticó.
Incertidumbres
Sin embargo, aunque haga todos los cálculos y los movimientos correctos, el Gobierno continuará en mala situación en 2016 y el principal motivo es la operación Lava Jato, la operación anticorrupción que causó un terremoto político al tirar del hilo de la corrupción en la petrolera estatal Petrobras. En ella está enredado ya el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha (PMDB), central en el proceso de destitución, que ha roto con el Gobierno. Este año todas las miradas están puestas en cómo el presidente del Senado, Renan Calheiros (PMDB), que hoy representa la mayor garantía de la presidenta en el Congreso, se verá afectado por la operación, y de qué manera reaccionará en caso de un revés.
No es coincidencia que la consultora Eurasia haya clasificado a Brasil entre los 10 mayores riesgos globales del año, junto a Arabia Saudí, China, Turquía y el Estado Islámico. Los analistas de Eurasia consideran que Dilma Rousseff escapará de la destitución, pero que el Gobierno seguirá sin fuerza para implementar las reformas necesarias para ajustar sus cuentas. Lo mismo debe ocurrir, según la empresa de consultoría, en un posible Gobierno Temer.
El panorama no parece muy alentador, pero economistas vinculados al PT construyen una perspectiva más optimista. En un comunicado, Marcio Pochmann, profesor de la Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP) y presidente del principal órgano de investigación económica del Gobierno en la Gestión Lula, dice que “la situación es difícil”, pero consigue ver “un horizonte desde el punto de vista económico para la recuperación”.
Pochmann prevé “un año con menos inflación, una caída menos brusca del PIB, con una mayor expansión de las exportaciones con respecto a las importaciones, con cuentas públicas equilibradas”. Para el economista, “2016 será el año en que Brasil va a estar mejor preparado para poder reanudar la recuperación económica”. Parece difícil que 2016 vaya a ser peor que 2015 para el Gobierno, pero lo que el Palacio del Planalto conseguirá hacer a partir de ahora es una pregunta que empezará a responderse en febrero, cuando la crisis rompa el muro de contención.
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