En las segundas elecciones generales celebradas en Turquía en cinco meses, el partido neo islamista Justicia y Desarrollo (AKP) de Recep Tayyip Erdogan recuperó ayer la mayoría.
Con la fuerza de la nueva mayoría, es previsible que el presidente vuelve a la carga con sus planes de reformar la Constitución para dotar a Turquía de una Presidencia con muchos más poderes, lo que complicaría la aplicación de los compromisos alcanzados con la Unión Europea por mediación de la canciller alemana, Angela Merkel.
Hasta Abdullah Gul, cofundador del AKP en 2001 y antecesor de Erdogan en la Presidencia hasta agosto del año pasado, ha roto su silencio para advertir que "los principales desafíos de Turquía deben resolverse mediante la cooperación entre los partidos, no excluyéndolos".
Erdogan ha explotado hábilmente la tragedia de centenares de miles de refugiados de Siria y de otros países para conseguir miles de millones de euros de la UE y ablandar la resistencia a su ingreso.
Nadie niega el sacrificio que Turquía ha tenido que soportar en solitario durante años con más de dos millones de refugiados, pero su forma de jugar sus bazas diplomáticas es lo más parecido a un chantaje.
Salvo un retorno a sus raíces reformistas, milagro que nadie espera, Erdogan volverá a la política que, desde el segundo de sus tres mandatos como primer ministro, antes de acceder a la Presidencia, ha marginado a la oposición laica, ha malogrado la paz con los kurdos y ha deteriorado la relación entre la mayoría suní (alrededor del 70%) y la minoría aleví (25%).
En los últimos tres años, el régimen de Erdogan ha hecho trizas cualquier sombra de equilibrio de poderes, ha perseguido a jueces y periodistas críticos, ha cerrado medios de comunicación y, hasta hace pocos meses, ha hecho oídos sordos a las presiones de la Unión Europea y de EEUU para frenar la expansión de Daesh en Irak y Siria.
Las dos claves del éxito de la recuperación de la mayoría por AKP han sido suabuso descarado de los instrumentos del poder y su habilidad para difuminar los dos retos principales del país: el deterioro de su complicada democracia y unaeconomía en crisis tras muchos años de crecimiento medio del 7%.
Para el régimen de Erdogan, recuperar la mayoría es una garantía de estabilidad y de seguridad frente a la guerrilla kurda y frente al caos en Siria.
Para la oposición, es un premio a la represión y un paso más en la deriva autoritaria hacia una semidictadura de nuevo cuño con una presidencia reforzada.
Tras dos años sin atentados, desde julio han muertos unos 150 militares y civiles en los ataques entre las fuerzas de seguridad y el Partido de los Trabajadores (PKK).
El doble atentado suicida de hace dos semanas en Ankara causó más de 100 muertos. El Gobierno responsabilizó inmediatamente al PKK, pero los indicios apuntan hacia Daesh.
Si alguien en el AKP hubiera diseñado los atentados para ganar más votos, no lo habría hecho tan bien.
El aumento de la participación -86.9% ayer, tres puntos más que en junio- no ha perjudicado, como anticiparon las encuestas, al AKP. Al contrario, puede haber sido decisivo en su recuperación de la mayoría.
También ayudaría a explicar, si lo consigue, la continuidad en el Parlamento del movimiento de izquierda pro kurdo HDP. Al cierre de este artículo rozaba el 10% exigido. En junio logró un 13% (80 escaños). El AKP considera aquel resultado lacausa principal de la crisis de los últimos cinco meses.
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