La madrugada del 4 de julio de 1982 la sociedad dominicana reaccionó sorprendida e incrédula ante la noticia de que un presidente en ejercicio se había suicidado en plena sede del Poder Ejecutivo.
Las causas que llevaron al presidente Antonio Guzmán a tomar tan fatal decisión con un revólver 38 han quedado por 33 años en la especulación, porque, a diferencia de la mayoría de los suicidas, el mandatario no dejó nada escrito para explicar las motivaciones.
Algo sí dejó en evidencia el acontecimiento: por primera vez el estigma del suicidio tocaba las más elevadas esferas del poder, poniendo de manifiesto que se trata de un problema que no repara en condición social, política y económica.
Cada cierto tiempo el tema cobra vigencia, especialmente cuando ocurren casos que los medios de comunicación reseñan con mayor interés, como el de la adolescente embarazada que intentó suicidarse lanzándose al vacío en el elevado de la avenida 27 de Febrero, o el caso del arquitecto que se quitó la vida en un baño de la Oficina Supervisora de Obras del Estado (OISOE), agobiado por una larga espera en el flujo de cubicaciones, y más recientemente el de un hombre que se tiró del piso 14 del edificio El Huacal.
Sin embargo, las estadísticas de los últimos ocho años dan la razón a profesionales de la conducta y dirigentes de organizaciones sin fines de lucro que trabajan en la prevención, cuando descartan que en la actualidad exista una epidemia de los suicidios o lo que expertos llaman “contagio social”.
Aunque es así, los números no son fríos, si se analizan en función de las vidas que se pierden cada año y la marca que deja para siempre en las familias de personas que intentaron matarse o aquellas que lograron consumarlo.
Más los hombres
En el período 2008-2014, según cifras aportadas a LISTÍN DIARIO por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), un total de 4,544 personas se suicidaron, para un promedio de 568 por año y de tres personas cada 48 horas. De esa cantidad, 3,896 fueron hombres y 648 mujeres, lo que expertos atribuyen a que el sexo masculino es más determinante y recurre a métodos más contundentes a la hora de atentar contra su vida.
Un ejemplo palpable de que se ha mantenido una tendencia similar en los últimos años son 2011, 2012, 2013 y 2014, cuando se registraron 637, 638, 567 y 557 suicidios, respectivamente.
El método preferido por los suicidas sigue siendo el ahorcamiento o asfixia respiratoria, con un total de 2,471 decesos por esa causa, seguido de la ingesta de sustancia tóxica o veneno, con 907; armas de fuego, con 890; lanzamiento al vacío, 134; asfixia por inmersión, 55, y arma blanca o cortopunzante, con 46 casos.
La tasa promedio de suicidios en esos ocho años, medida por cada 100,000 habitantes, alcanzó 6.76 en jóvenes con edades entre 15 y 29 años; 8.83 para el rango de edades entre 30 y 49 años y de 50 años en adelante registró 10.38.
Hasta septiembre del 2015 la Policía Nacional había contabilizado 369 muertes por esa causa.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cerca de 800,000 personas se suicidan cada año en el mundo, a razón de uno cada 40 segundos. El 75% de todos los suicidios se produce en países de ingresos bajos y medianos.
Es la segunda causa de muerte entre jóvenes con edades entre 15 y 29 años a escala mundial, sólo por debajo de los accidentes de tránsito. Sin embargo hay un subregistro en las muertes reportadas porque el estigma deja mucho de los casos en el anonimato. En el país no existen datos sobre la cantidad de intentos fallidos.
En el mundo se estima que ocurren 20 intentos fallidos por cada muerte, unas estadísticas que casi nunca se contabilizan.
Los cinco países, según la OMS, con el índice de suicidios más alto de la región son Bolivia, El Salvador, Chile, Ecuador y Argentina. Con índices más bajos se ubican Perú, Panamá, República Dominicana, Venezuela y Haití.
Medios y redes sociales
A las instituciones que trabajan en la prevención de los suicidios les preocupan las tendencias actuales con el ciberacoso, el “bullying” en las escuelas y la cobertura sensacionalista que a su juicio dan algunos medios a los casos que ocurren, muchas veces con la publicación de detalles e imágenes que incitan a lo que profesionales de la conducta llaman “contagio social”. A la preocupación se suman las redes sociales, en las que hay poco control de los contenidos que se difunden.
La OMS ha planteado que los medios de comunicación juegan un papel significativo en la sociedad actual y ejercen una fuerte influencia sobre las actitudes, creencias y comportamientos de la comunidad.
“Debido a esa influencia, los medios de comunicación también pueden jugar un rol activo en la prevención del suicidio”, plantea el organismo en el documento titulado “Prevención del suicidio, un instrumento para los profesionales de la comunicación”.
La entidad refiere que la mayoría de las personas que se plantean la idea del suicidio son ambivalentes y no están seguras de querer morir.
Considera que la forma como los medios informan acerca de casos de suicidio puede influir en las personas con pensamientos de autoeliminación, por lo que sugiere usar siempre estadísticas de fuentes auténticas y confiables, además de insistir en que el comportamiento suicida no es una respuesta entendible a los cambios o la degradación social o cultural.
Además, no publicar fotografías de los suicidas o notas dejadas, así como abstenerse de dar detalles específicos del método usado y no sensacionalizar el suicidio.
Pese a estas precisiones del organismo mundial, profesionales de la conducta reconocen que los medios tradicionales dan un manejo adecuado a la cobertura de suicidios o intentos fallidos.
Su mayor preocupación está en las redes sociales, donde prácticamente el control es casi nulo sobre las informaciones, imágenes y el ciberacoso que podría degenerar en una autoeliminación.
CUIDADO CUANDO YA HAY UN PRIMER INTENTO
La mayoría de los intentos de suicidio no terminan en muerte y muchos incluso se llevan a cabo de una forma en que el rescate es posible. Los psiquiatras plantean que los intentos a menudo representan una forma de los potenciales suicidas solicitar ayuda. Algunas personas, especialmente del sexo femenino, intentan suicidarse de una manera que sea menos probable llegar al desenlace, como envenenamiento o sobredosis. Los hombres recurren a métodos más violentos y, en consecuencia, tienen mayores posibilidades de consumarlo. Los parientes de personas que intentan autoeliminarse suelen enojarse con la víctima y pueden ver ese episodio como una reacción egoísta o una manera de presionar para lograr determinado objetivo, mientras las personas que intentan matarse piensan que con su decisión el problema que les agobia quedará resuelto, sin tomar en cuenta que con frecuencia lo traspasan a sus familiares, como por ejemplo cuando dejan niños en la orfandad. Llegan a pensar que les están haciendo un favor a sus amigos y parientes al terminar con sus vidas. Es posible que las personas se resistan a buscar ayuda por miedo a ser cuestionados, porque pondrían entender que sería un signo de debilidad o simplemente por la frase tan arraigada de que acudir al psiquiatra es “sólo para locos”.
En algunos casos las personas que intentan suicidarse requieren hospitalización y tratamiento farmacológico, sin embargo lo esencial es que reciban terapia inmediata de un profesional, pues resulta necesario evaluar y tratar cualquier trastorno de salud mental que haya incidido en el comportamiento suicida y que incapacite a la víctima para manejar la situación que enfrenta.
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